La desinversión en sanidad genera pobreza y paro por la multitud de empresas auxiliares que proveen a los centros sanitarios
EL PAÍS. 21/05/2013
Una vez un niño, inconsciente como todos los niños, tomo un pañuelo de papel y con él, una araña de pared que, descuidada, había salido del junquillo protector. Con indiscutible habilidad técnica y movimientos simples, fue arrancando una a una sus largas patas. Después dejó el cuerpo indefenso en el suelo y tras varias llamadas concluyó: “Es sorda”.
La economía y la sanidad españolas están a punto de quedarse completamente sordas. Ya no responden a estímulos normales, no reaccionan y son inermes cuerpos a la deriva.
Alguien externo ha ido desmontando las naturales extremidades que permiten el movimiento espontáneo. Primero desarticulando las sinergias, luego quitando músculo a músculo. Al final, nada funciona. El símil del motor gripado que necesita aceite lubricante (el crédito, pongamos por caso), se ha quedado completamente desfasado para explicar los males de nuestra sociedad. Ahora se trata de que el jarabe de palo indiscriminado, los recortes implacables y pseudoaleatorios, han provocado una parálisis total del sistema.
Es importante señalar, como ejemplo, que el mayor hospital de la zona sur de Madrid, es también su mayor empresa por número de trabajadores y una de las mayores por presupuesto global. Sus dársenas de entrada de insumos tienen proporciones fabriles. El depósito de combustible o de agua es mayor que el de una industria pesada. Cada vez que a éste, como a los otros 200 grandes centros sanitarios de España, se le recortan unos pocos euros del presupuesto, por ejemplo para material fungible, hay un parado más en Tarrasa y una fábrica menos en Monforte de Lemos.
La desinversión en sanidad genera pobreza y paro por la multitud de empresas auxiliares que proveen a los centros sanitarios y se ven afectadas.
Por otro lado, la sin duda inconstitucional medida de reducción salarial de sanitarios y docentes, operada en estos últimos años, provocó un fallo en cadena nada menos que de otros grandes motores de la economía: la venta de automóviles y el turismo interior. ¿Quién compró coche en el año posterior a ver cómo desaparecía su paga de Navidad o se extinguían sus horas extraordinarias?, ¿quién reservó vacaciones si, solo por causar dolor, fueron eliminados los pagos en especie consolidados, llamados “días moscosos”, en honor a aquel ministro que no tenía dinero, pero sí imaginación?
Decía García Lorca, en Poeta en Nueva York, que “debajo de las divisiones / hay una gota de sangre de marinero”. Efectivamente, detrás de las grandes cuentas, fríamente analizadas en ruedas de prensa virtuales y sin preguntas, hay ríos de sufrimiento humano.
La araña se queda sorda y nuestras autoridades zombies, siguen transmitiendo dolorosas recetas impuestas, sin crítica, sin tacto y sin final previsible. Siguen arrancando cada pata de la maltrecha economía española.
Juan Martínez Hernández es médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública
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